23 mayo 2013

Calor ardiente en el Museo del Louvre

Je t'ai rêvé homme sans pied 
Dieu ou névé 
Ou comme un bruit doux 
Là j'irai bien te chercher 
J'ai tellement changé

Laisse le vent emporter tout 
(Mylène Farmer)

Cada mañana de primavera vuelve a mi cabeza el recuerdo de nuestra cita en el Museo del Louvre. Ambos llegamos puntuales frente al cuadro de la Gioconda, confundidos entre el resto de turistas, los mismos que nos permitían camuflarnos frente a ellos hasta que tus dedos se entrecruzaron con los míos y con suavidad me arrastraste hacia la cafetería del museo.

Mientras bajábamos las escaleras tú me acercaste a tu pecho, me tomaste el cuello con la mano y me besaste apasionadamente, cuando mis piernas comenzaron a flojear y tuve que agarrarte fuerte para no caerme pude ver que nos encontrábamos frente a la Victoria de Samotracia. Posiblemente estar frente a esa figura alada en la dulce compañía de un hombre como tú me hiciese sentirme como volar, como todavía recuerdo cuando fantaseo con ese momento.

Finalmente llegamos a la cafetería, tú fuiste veloz y ordenaste dos croissant, rápidos de comer pero lo suficiente para que el ticket sirviese para abrir las puertas de los aseos. Una vez en el vestíbulo de los baños no me dio tiempo de mirarme al espejo antes de sentirme aprisionada entre la puerta de entrada y tu cuerpo, que cada vez notaba más rígido, especialmente en cierta zona. Dejé que tu boca se fundiese con la mía mientras deslizabas los dedos por mis caderas, caían bajo la minifalda y tocaban con descaro mi entrepierna.

De repente se oyó un ruido al otro lado de la puerta y en media milésima de segundo nos despegamos el uno del otro, dejando paso a un guardia de seguridad que entró a toda prisa en el aseo de caballeros. El último recuerdo que tengo de tu figura fue indicándome el recorrido hacia la colección de escultura egipcia mientras dándome la espalda te alejabas hacia la salida y la tienda de souvenirs.

Cada mañana de primavera vuelve a mi cabeza el recuerdo de nuestra cita en el Museo del Louvre, pero cada tarde recuerdo que tú sigues felizmente casado y yo dándole vueltas a una fantasía que no me deja aterrizar en la realidad.