El otro día soñé algo muy extraño, sin embargo lo más curioso es que después de todo recuerde el sueño que tuve. Me dispongo a contarlo a continuación.
19:00
Aparezco en casa acompañado de un par de chicos a los que juzgo como amigos míos, la estructura de mi casa ha cambiado y desde la cocina puedo ver, por medio de una cristalera, el salón repleto de gente que desconozco. Junto a la cristalera sólo hay una mesa redonda con mantel negro y servilletas blancas, preparada para cuatro personas. A las 22:00 deberé cenar después de esa extraña recepción.
En algún momento a lo largo de la noche
He salido de viaje en coche junto a los dos chicos que presupongo son amigos. Yo voy sentado en el asiento del copiloto y a un cierto punto puedo ver por la ventanilla izquierda las torres de Chamartín, pero no estamos en Madrid ni es ese nuestro destino.
21:00
Acabamos de llegar a un paraje que me dicen es Zamora, por un momento me quedo solo en un terreno que parece una huerta con pequeños canales surcados por aguas azul cobalto en los que puedo ver el fondo lleno de guijarros y resguardado por cañas secas de dos metros de altura que afianzan los islotes. El chico alto desaparece entre la multitud argumentando que tiene una reunión de trabajo; el chico rubio y no tan alto se queda parado en medio de la nada. Mi estado no es precisamente de tranquilidad porque la cena a la que debo acudir es probable que llegue tarde.
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Eso es todo lo que pude reconstruir de mi sueño, aún así me sigue sorprendiendo que a pesar de ser un sueño extraño sea capaz de recordar bastantes datos y curiosidades.