Quizás fue rebuscando en los cajones, entre fotografías en blanco y negro, entre recordatorios de funerales y cartas de amor escritas a plumilla que apareció este fragmento antes mis ojos, que desempolvé y disfruté.
Partieron las golondrinas
de mi pueblo frío y sin sol,
en busca de primaveras de violetas,
nidos de felicidad y amor.
Mi pequeña golondrina partió
sin dejarme un beso,
sin un adiós partió.
No se olvides de mí,
mi vida unida a ti.
Yo te amo cada vez más.
En mi sueño permaneces tú.
No te olvides de mí,
mi vida unida a ti.
Hay siempre un nido
en mi corazón para ti.
¡No te olvides de mí!
No te olvides de mí,
mi vida unida a ti.
Hay siempre un nido
en mi corazón para ti.
¡No te olvides de mí!
O quizás sólo fuese el recuerdo de una canción sonando en la lejanía, los acordes retenidos en unos casettes rescatados de la basura por un joven intrépido, por un soñador despierto.
Quizás sólo fue un sueño vívido o una ensoñación, quizás sólo una ilusión.
Quizás.