Mucha gente en estos días escribe o ha escrito sobre la noche de reyes como la noche más mágica del año. Yo no voy a ser menos y quiero contaros como fueron las noches y mañanas de reyes de mi infancia.
A diferencia de Nochebuena-Navidad y Nochevieja-Año Nuevo, que íbamos alternando con la familia paterna y con la familia materna, la noche y el día de reyes siempre estábamos con los abuelos paternos. Por aquel entonces mis padres dormían en el pueblo y llegaban a Burgos para comer el día de reyes, mi tía dormía en su habitación, yo con mi hermano en la sala pequeña (que tenía un sofá-nido) y mis abuelos en la habitación de al lado. Recuerdo que en una ocasión me levanté para ir al baño en mitad de la noche y anuncié mi salida: "Voy al baño" porque la idea de sorprender a tres extraños en mi casa no era algo que me sedujese.
Cuando llegaba la mañana y amanecía no sé si era mi hermano o yo el que primero se despertaba; en cualquier caso, íbamos a la terraza, donde estaban los zapatos limpios y brillantes (la noche antes los habíamos limpiado y abrillantado con betún) junto con los regalos, todavía en pijama abríamos los regalos y ...
... ¡SORPRESA! Los reyes se habían equivocado, si yo pedía un peluche del rey león que hablaba y rugía, los reyes me traían un libro del rey león, a veces se equivocaban y me traían un polo que no había pedido ni quería y otras veces algo que se parecía pero no era lo que había pedido. Un recuerdo que tengo bastante presente fue un año que pedí el castillo de pinypon, al amanecer y ver la caja enorme lo primero que grité fue "He arruinado a los reyes magos". Preparándome para escribir esta entrada he encontrado
una página con fotos de otro castillo igualito al que tuve yo y en el que invertí largos ratos de juegos.
Lo que vengo a decir con toda esta parrafada es que aunque mis reyes magos siempre se equivocasen, al final los ratos de juego fueron iguales y puede que incluso mejores que si no se hubiesen equivocado pero que siento por otro lado que mi madre nunca pudiese ver la ilusión con la que mi hermano y yo vimos y abrirmos los paquetes en la terraza al lado de los zapatos limpios y brillantes.
Y sí, el título de la entrada es (Des)ilusión porque dentro de la desilusión por no tener lo que se aspiraba, sigue estando la ilusión por tener algo que se le parece o que lo suple. Como dijeron siempre en mi casa: "Deshacer y hacer todo es hacer".