05 marzo 2014

Aromas enmascarados


No pude resistirlo, cuando a la habitación de bed & breakfast llegó una invitación para el baile de máscaras en el patio del Palacio Ducal no pude evitar sentirme emocionada. No es fácil para una turista americana sentirse integrada en una festividad tan autóctona como el Carnaval de Venecia.

La invitación venía en un sobre blanco cerrado sobre el cual figuraba una grafía negra: "Si encuentras un hombre atractivo puedes aprovechar a meterle malo, debajo de la máscara nadie os reconocerá"

Nada más llegar al baile mi glándula pituitaria identificó un olor que reconocía de mi infancia, cuando la compañía de mi padre importaba paquetes de raíces de vetiver directamente de India; era exactamente el mismo aroma, así que me propuse descubrir quién era el causante de la reactivación de mi sentido del olfato después de más de una década enganchada al humo del tabaco.

A cada vuelta y en cada cambio de pareja acercaba mi cara hacia el cuello del acompañante que en el momento tenía más cercano hasta que finalmente en la confusión de máscaras pude identificar al portador del olor a vetiver.

Era un hombre con una máscara de la que sobresalía una enorme nariz, vestido con un traje de época en terciopelos azules y plateados, con un sombrero de tres picos y una pluma de avestruz teñida de azul sobre él, guantes blancos y zapatos negros. Lo seguí con la mirada hasta que se hubo aproximado a mí lo suficiente como para saltar hacia él en el cambio de pareja.

Finalmente me puse frente a frente con el hombre que me había retado con su fragancia, confirmé mis sospechas colocando el lateral de mi máscara junto al borde de la suya acompañándolo de una fuerte inspiración. Lo miré a los ojos, de un azul casi tan intenso como los terciopelos de sus ropajes durante dos segundos, el tiempo suficiente para que lo identificase como una situación de peligro y se alejase de donde yo estaba dando largas zancadas que me impidieron perseguirlo.

Allí me quedé, sola, mirando la puerta abierta de par en par y con el penetrante olor de vetiver impregnado en la nariz.




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