25 febrero 2011

Los sueños de K.S.



Esta semana he recibido unas lineas de K. S. que os copio a continuación para vuestro deleite. Cuando hayáis terminado de leerlo podéis comentar a ver qué os parece.




Sentí tu sueño como si fuese mío, mientras paseaba por la orilla del río que nos lleva, aspirando la brisa de la noche, sorteando los cuerpos de los amantes que se refugian a hurtadillas bajo los puentes que atraviesan el alma de la corriente. Nunca fuimos el uno del otro, pero amarnos mirándonos a los ojos, más allá de cualquier acto que nuestras mentes deseaban, era tan nuestro que ahora no puedo mirar a nadie cuando acaricio la piel que espera dispuesta, un roce de los labios, las yemas de los dedos que dibujan sobre la superficie del cuerpo excitado.
Sólo puedo cerrar los ojos y escuchar el suspiro de la respiración que se acelera, las palabras que se pronuncian cuando el vientre arde, pero me abruma no encontrar tu rostro con tus ojos suplicantes para el próximo beso, la palabra precisa, el acto adecuado, todo lo que te hacía estar fuera de este mundo, abrazada a mis sueños, sintiéndolo como algo que se aferraba a tu alma.
Ahora la noche me envuelve, observando a los amantes que intentan atrapar el deseo y hacerlo prisionero entre sus cuerpos, con el río susurrándome las historias que sólo él conoce, historias de tiempos que se hacían eternos, cuando nada podía interponerse entre nosotros, cuando podíamos hacer, simplemente con mirarnos todo aquello que nuestro corazón nos pedía. La corriente que indica el camino hacia donde perdí tu rastro me reta para conseguirla, pero no puedo ser más allá de la sombra que se mueve entre las piedras, sentado en mi descanso bajo el puente donde fuimos uno antes de que nadie, aún en silencio, disturbara nuestros deseos.
Huimos de nosotros mismos y no pudimos volver a encontrarnos

El Sol perdiéndose en el horizonte alargaba hasta el infinito la sombra del adiós mientras caminaba por las dunas perdidas en la inmensidad del desierto en que se había convertido el saco de promesas rotas que no hicimos bajo el árbol que nos acogió aquella noche estrellada. Ya no espero nada que no sea dejar que las horas pasen, los días me cubran de nuevo, aferrado a un viejo calendario que nunca cambia, porque mi tiempo se perdió bajo aquél árbol, y los números en rojo y negro no significan nada para mi.
Persigo mi sombra, a veces no puedo alcanzarla, en otras ocasiones creo que me sigue demasiado cerca, trayendo a mi memoria todo lo que no quiero ver, como un cuadro pegado a mi mente que debo mirar una y otra vez, el Astro Rey, el amarillo de mi soledad, la alargada imagen de la nada, mis manos vacías de sueños, y como marco de toda la obra un opaco espejo que no refleja ninguna imagen.
Elegí el desierto para perderme, porque todo es parecido, no puedo saber dónde me encuentro, y nada me lleva a ninguna parte, giro en torno a mis propios pasos, el círculo de la existencia se cierra, reconozco mis huellas aplastadas una y otra vez, mientras la luz ciega mis ojos y deambulo sin rumbo fijo con el alma rota, el corazón detenido en el tiempo, bajo aquél árbol donde escribimos a fuego nuestros sueños imposibles.
Huimos de nosotros mismos, y no pudimos volver a encontrarnos.

Un nombre inexistente en la memoria recorre las calles vacías solicitando una voz que le haga ser, suplicando un rostro que le dé forma, un cuerpo que lo haga parecer, unas manos que sientan cada letra que lo forma. El silencio ocupa el espacio, y el nombre nunca dicho sigue vagando por los oscuros callejones donde los deseos se pierden, el lugar en el cual los amantes buscan la oscuridad para el beso, no mirarse a los ojos y así no descubrir la mentira de la caricia que no va dirigida a su piel.
Nadie le grita, le pronuncia, y el halo invisible de lo que fue un alma en las calles llenas de vida se convierte en un imperceptible sentimiento que esconden las alcantarillas, para que las inmundicias de los seres humanos olviden.
Una hoja escrita en papel vuela por encima de los tejados, el mensaje de los que deben ser, o los proscritos por el destino, mientras el nombre sigue sin ser pronunciado, manteniéndose en las sombras, porque nadie le conoce, nada puede hacerlo real, ninguna garganta hará suyo lo que el miedo silencia, mientras la noche sigue su curso, atravesando las almas de los que niegan cualquier atisbo de humanidad.
Un acto de placer, despojado de cualquier amor que pudiera interferir en la carne golpeada exige el grito que hace saber, el jadeo esquivo de la verdad desnuda, y el nombre olvidado sale de la garganta, mezclándose con los efluvios emanados de un cuerpo que en el recuerdo vuelve a vibrar.
Huimos de nosotros mismos, y no pudimos volver a encontrarnos.

Quisiera tumbarme a tu lado y sentir tu aliento cuando tu pecho respira tranquilo, pausado, con tu alma en calma y tu cuerpo adormecido.
Rozar con mis palabras tu pelo y hacerte estremecer, mientras me escuchas en la lejanía, poseída por el sueño profundo de tus ilusiones, tomada de la mano de las fantasías que te hacen ser.
Quisiera dibujar tu silueta desnuda sobre la arena de tu vientre, mientras recorro con mis sentidos las formas que se muestran ante mí, perfilando con mis palabras cada centímetro de las líneas que te hacen tuya, la imagen que llevo grabada en mi mente, el espacio que mi ser ha hecho suyo a través de ti.
Robar tus labios para sentir tus palabras dentro de mis entrañas, que cada soplo de aire que exhales me llene y haga ser una parte más de tu propia esencia, respirando contigo cada instante de la vida que nos lleva.
Quisiera oler tus sensaciones, estremecerme con tus emociones, vibrar con lo que te hace gozar, volver a crear un cordón umbilical que nos una para compartir ese vientre que palpita cuando crees en algo, vives por alguien, amaneces por ti misma.
Moverme en tu mundo como parte de tus sueños, ser la imagen que te despierta cada mañana, alejando tus malos presagios y recibiendo al nuevo día, la ilusión de una jornada más siendo, de nuevo, uno en ambos.
Quisiera, quisiera, quisiera...

El lamento del viento atraviesa mis sentidos, recorre mis entrañas y me lleva hacia ti, sintiendo tus lágrimas pronunciando mi nombre, el mismo que hace tiempo no pudiste llevar en tus labios por miedo a todo lo que éramos, aquello que nos hacía diferentes y que sin embargo atenazaba tu corazón cuando buscaba una caricia, un beso a escondidas, una mano que recorriera mis ojos cerrados que no querían despertar del sentimiento de percibir el aroma de tu esencia cubriéndome.
El tiempo no puede cerrar las heridas producidas por las palabras que hieren cuando tu alma se desmorona entre los brazos de quien prometió y rompió las ilusiones, por eso ahora, con la brisa acariciando mi rostro, ese lamento llega hasta mí como un quejido que se desvanece en el espacio, el lugar por el que he vagado sin encontrarme, sin saber el por qué del adiós que laceró mi alma.
No estoy en el lugar adecuado, he huido de mis sueños, he preferido ser un anacoreta refugiado en la ilusión que me hizo ser alguien distinto, no puedo cambiar porque la parte de mi vida que dejé sobre la arena se la llevó la marea de la incomprensión humana, arrastrada por la corriente hacia ninguna parte mientras veía tu silueta alejarse de mí, una imagen que me tortura cuando pienso en tu cuerpo, tu aliento, tus palabras de amor, todo lo que quisiste y al final dejaste también para que el mar lo barriera.

Existen los sueños, por eso me refugio en ellos cuando miro los ojos de una rostro que antaño era el reflejo de la pasión desmedida y ahora desprecian por ser uno mismo a pesar de todo lo que me impide llegar hasta ese lugar donde me siento libre, sin cadenas, proponiendo cada pedazo de lo que me hace ser.
Sueño y vivo cuando creen que no estoy, avanzo hacia el horizonte sin pausa y no creo en lo que voy dejando atrás, ya viví en el pasado demasiado tiempo y el pasado sólo me pidió su peaje por haberlo vivido, no quiero volver, estoy en camino, dentro de todo lo que mi mente puede llegar a ser, sin nada, desnudo de artificios, ¡vivo!
En el circo de la vida siempre he sido la parte del clown que alegraba las miserias, ahora me he convertido en el funambulista de mis propios sueños, mantengo el equilibrio de mi mente y si caigo seré yo el que haya perdido pie, nadie me habrá empujado, ya no.
Existen los sueños, lo sé, soy uno de ellos, alguien más allá de la realidad, porque no tiene sentido estar donde no te desean, mejor llenarte de la mierda que tú mismo echas contra el viento, hueles a ti, tu podredumbre, tu magnificencia, lo que eres, quien quieres llegar a ser.
Existen los sueños...

2 comentarios:

Clara dijo...

Es un sueño maravilloso, que desgarra el alma y al mismo tiempo provoca oleadas de esperanza y pasión.
Felicidades K.S. y Ciocco por leerlo y compartirlo.
Hasta siempre

Agilulfo dijo...

Cuando el alma está rota y el corazón vencido, la mente pierde la razón y deambula por senderos que nadie puede recorrer, salvo nosotros mismos.