Hoy no me quiero afeitar ni levantar de la cama ni salir a la calle ni dar explicaciones. Hoy no tengo ganas ni tan siquiera de leer por puro placer, ni estudiar, puede que incluso tampoco tenga ganas de escribir.
Hoy es el primer domingo en el que no tengo unas obligaciones claras después de mi viaje hacia el norte, de modo que puedo permanecer tirado en la cama hasta las dos y sin embargo no me apetece leer como he hecho otros días en análogas circunstancias. Llevo dos domingos sin leer el libro del que ya sólo me faltan cincuenta páginas para terminar, una semana sin afeitarme y he perdido la cuenta del tiempo que llevo sin dormir acompañado.
No sabía lo duro que es sentirse rechazado o más bien ignorado, lo difícil que es olvidar a esa persona que te hace sentir especial y sin embargo para mí sólo fueron ocho meses de una relación que no fue más allá de la amistad en vez de una relación de pareja de casi cinco años.
Antes de que pasase lo que inevitablemente pasó y cuando todo pintaba bonito, ideal y según mis sueños, cuando hablaba con alguien se alegraban por mí y me decían "Venga, que te lo mereces". Ahora cuando recuerdo la frase, pienso que de verdad me lo merezco, como una suerte de pago kármico para empujarme a crecer, continuar evolucionando, caminando hacia adelante.
Tampoco han ayudado los cinco exámenes de esta semana ni los dos exámenes de la semana pasada además del conjunto de cuatro exámenes en Bilbao que me tuvieron ocupado el viernes 30 de mayo desde las 09:00 hasta las 14:00 y de las 15:00 hasta las 16:30 con el consecuente cansancio acumulado. Para mejorar las cosas (léase en sentido irónico) había clases particulares que impartir y preparar, dejándome así muy poco tiempo de descanso efectivo.
Sea como fuere la realidad es que hoy no tengo ganas ni de afeitarme y en un paralelismo con el mito de Sansón creo que debo tomar fuerza del pelo que poco a poco sigue creciendo.
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